La adolescencia
La adolescencia es una etapa clave de crecimiento y transformación que muchas veces genera preocupación en los padres, más por sus propias experiencias pasadas que por los cambios reales del hijo. Es común que surjan preguntas y temores, pero es importante abordarlos desde el deseo y no solo desde la angustia. La palabra “adolescencia” en sí remite a avanzar y crecer, lo que refuerza su valor como etapa con identidad propia, no solo como un puente. Cada adolescencia es única, y los desafíos como la búsqueda de identidad o el cambio de intereses deben ser acompañados, no combatidos. Escuchar y reflexionar junto al adolescente puede abrir caminos de comprensión mutua.
Psicólogo Roberto Micheel Domínguez Partida
4/28/20253 min read


Todas las etapas de la vida son importantes, solo que cada una tiene algo para remarcar. Escucho que la que más preocupación causa, la que más angustia genera, la que más preguntas despierta, es la etapa adolescente.
¿Mi hijo será rebelde? ¿Cuánto voy a batallar? ¿Con quién se va a juntar? Son solo algunas preguntas que los padres piensan sobre esto, y está muy bien; una vida sin preguntas no es vida. Solo que es importante que las preguntas no se generen solo desde la angustia, sino desde el deseo.
Antes de continuar, sus orígenes. La palabra adolescente viene del latín adolescentia, de las raíces adolescens y adolescentis, a las que se les toma el prefijo ad-, cuya interpretación es "hacia adelante". El vocablo alescere, del verbo alere, de la raíz al-, es la acción de cultivar, nutrir o crecer. Tomando en cuenta sus raíces, podemos ver que desde la propia palabra se apunta a un crecimiento, potencia, descubrimiento, forjar algo sólido. Pero, ¿por qué angustia que un niño se convierta en adolescente?
Este concepto abarca desde el final de la niñez hasta el inicio de la edad adulta.
Hablando con padres de familia, un tema que no hay que ignorar, además de escuchar sus fantasías y preocupaciones sobre su hijo/a adolescente, es: ¿cómo fue su adolescencia? Algunas veces hay temas sin resolver, aspectos sin trabajar, que se van depositando en el hijo/a antes incluso de ser adolescente.
En terapia con adolescentes se trabajan aspectos muy al rojo vivo, es decir, temas actuales de identidad, preguntas sobre religión, filosofía, la vida y demás. Soy de la opinión de que es muy interesante hablar con un adolescente, porque es como si hablaras un día con un niño y al día siguiente con un adulto. Esto se debe a que están cruzando una etapa crucial donde se conocen, pero no quiero dar el mensaje que alguna vez escuché de que la adolescencia es un puente entre la niñez y la adultez, porque no es así. La adolescencia es una etapa igual de importante que las demás. Hay que ponerle suelo, algo fijo donde pueda tambalearse, y no algo que cuelga solo para conectar dos puntos.
Las preocupaciones alrededor del adolescente pueden venir de él o del padre mismo. Encontrarse con algo que te remonta a ti mismo puede ser angustiante.
Tampoco niego que hay cosas desequilibrantes en las adolescencias (lo pongo en plural porque cada adolescencia es distinta, no caigamos en clasificaciones ni etiquetas). Temas como la búsqueda de identidad, formar un nuevo grupo de amigos, uso de redes sociales, exploración de la sexualidad, encontrar nuevos gustos de ropa, música, comida y demás, suelen ser motivos suficientes para que el hijo adolescente se salga completamente del molde que los padres han puesto para él.
¿Qué hacer en estos momentos? No existe un manual exacto, pero lo que sí les puedo compartir es:
Estar con tu hijo, pero dejarlo ser.
Acompañarlo en su camino, pero sin evitar que caiga. Eso sí, estar ahí para ayudar a levantarlo.
Poner límites que lo encaminen, no que lo sofoquen.
Escuchar sus preguntas sin tener la necesidad de responderlas. Si se tiene la respuesta, compartirla para pensarla juntos. Si no se tiene la respuesta, dejar la pregunta abierta y que se vuelva motivo de futuras charlas.
Respetar sus espacios. Claro ejemplo es el cuarto: lo más seguro es que el hijo quiera tener la puerta cerrada. Pueden respetarla, pero que sea una puerta que pueda abrirse; lo pongo tanto de manera literal como simbólica.
Hay muchas cosas más que podría compartir, pero creo que se convertiría en un manual y no es mi intención. Mi deseo es que esto abra espacios en la familia para que el adolescente sea un miembro más de la familia y no una problemática a aguantar hasta que “se le pase”.
Curioso cómo fui escribiendo el tema. Creo que es porque me gusta mucho trabajar con adolescentes, tanto desde la consulta privada como en el ámbito educativo.
Como punto final, quiero agregar: si tienes la oportunidad de hablar con un adolescente, hazlo. No sabes lo mucho que puedes aprender de él.