Cuando el cuerpo habla

En un mundo acelerado, muchas dolencias físicas pueden ser señales de nuestro bienestar emocional. Más allá de soluciones rápidas, es clave escuchar lo que el cuerpo nos dice. La terapia ofrece un espacio para explorar estas conexiones, comprender el origen del malestar y sanar desde la raíz.

Psicólogo Roberto Micheel Domínguez Partida

3/31/20252 min read

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Vivimos en una época de mucha rapidez, angustia, ansiedad, donde nos falta el tiempo, la energía, hay que tomar vitaminas o no rendimos, depender de medicamentos o no nos sentimos bien, comer gomitas con melatonina o no poder dormir, etc.

Soy fiel seguidor de que estas cosas que el cuerpo nos pide hay que hacerles caso, sí, pero no de una manera en donde solo se le ponga un “curita” y hacer como que ya se solucionó. Estos malestares donde no puedo estar quieto, no puedo dormir, no puedo dejar de comer, no puedo comer, no puedo envejecer y demás, son mensajes que nuestra psique nos está gritando pero a través del cuerpo.

En psicología, cuando nos preguntan “¿a qué se debe que cuando alguien…?” o “¿por qué ocurre esto…?” generalmente respondemos el famoso “Pues depende”, ya que hay algo que llamamos el Caso por Caso. Esto significa que, aunque dos personas tengan los mismos malestares, ambos tienen diferentes historias, lo que hace que cada malestar sea muy particular. Explico esto porque, si bien muchos padecemos estas prisas, cada uno las vivimos a nuestra manera.

Claro que hay puntos de coincidencia, por ejemplo, casos de niños asmáticos en los que esa falta de aire puede ser consecuencia de una falta de atención en su infancia temprana y de que sus llantos no hayan sido escuchados hasta el punto donde decidieron, muy en su interior, sofocar esos gritos, y ahora aparecen en forma de asma. Otros casos son de adultos con gastritis, quienes viven con tanto estrés y, al no saber decirlo ni manejarlo, lo canalizan en el estómago, provocando hasta úlceras.

Casos como estos generalmente primero van con el médico especializado para encontrar un tratamiento. Estoy muy de acuerdo con eso, pero si con el tratamiento no hay mejoría o desaparece ese síntoma, pero aparece otro, pareciera ser momento de tratarlo en terapia.

No me refiero a que decidan “Médico o Psicólogo”, sino incluso a un trabajo en conjunto; a esto se le llama Trabajo Interdisciplinario, donde dos o más profesionales de la salud trabajan con el paciente en su malestar. De esto hablaré en otro escrito.

Síntomas físicos de origen inconsciente: explorar desde cuándo ocurren, cómo iniciaron, si ha sido el único malestar, si ha ido evolucionando, por qué, entre tanto cuerpo, justamente ahí es donde duele, si esa parte del cuerpo tiene relevancia en la historia familiar, y al pensar en ese órgano o parte de tu cuerpo, a quién te recuerda. Esto y muchas otras cosas más se abordan en las sesiones terapéuticas. Si la persona va con el deseo de responder estas preguntas, la terapia se vuelve toda una aventura de descubrimiento porque vas entendiendo cosas que ni siquiera te habías detenido a pensar.

Es importante considerar esto último para que la prisa de lo cotidiano no te absorba. Tal vez no podremos caminar tranquilamente cuando el mundo nos pide correr, pero a lo mejor sí podremos trotar y descansar en ciertos momentos, darnos un respiro, para que esos segundos de detención nos hagan recordar que es totalmente válido sentirnos mal, pero no por eso debemos olvidarnos de nosotros mismos.